Diócesis de Fontibón
Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
Lecturas del día sábado, 07 de junio de 2025
Hch 2,1-11
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.
AL
cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo
lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de
viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se
encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que
se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos
de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía manifestarse.
Residían entonces en Jerusalén
judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo el cielo. Al
oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados, porque
cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos y
admirados, diciendo:
«¿No son galileos todos esos que están
hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?
Entre nosotros hay partos, medos, elamitas y
habitantes de Mesopotamia, de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, de
Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de Libia que limita con
Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos como prosélitos;
también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las
grandezas de Dios en nuestra propia lengua».
Palabra de Dios.
Sal 104(103),1ab y 24ac. 29bc-30.31 y 34 (R. cf. 30)
R. Envía tu Espíritu, Señor,
y repuebla la faz de la tierra.
O bien:
R. Aleluya.
V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.
V. Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu espíritu, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.
V. Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras;
que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R.
1Co 12, 3b-7.12-13
Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
HERMANOS:
Nadie puede decir: «Jesús es Señor», sino por el Espíritu Santo.
Y
hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero
un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.
Pues, lo mismo que el
cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a
pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues
todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido
bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos
hemos bebido de un solo Espíritu.
Palabra de Dios.
O bien:
Rm 8,8-17.
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.
HERMANOS:
Los
que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están
en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita
en ustedes; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es
de Cristo.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto por
el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Y si el Espíritu del
que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, el que
resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en ustedes.
Así
pues, hermanos, somos deudores, pero no de la carne para vivir según la
carne. Pues si viven según la carne, morirán; pero si con el Espíritu
dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán.
Cuantos se dejan llevar
por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no han recibido un
espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que han recibido
un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».
Ese
mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de
Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos
con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también
glorificados con él.
Palabra de Dios.
Secuencia (obligatoria).
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Jn 20,19-23
Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo; reciban el Espíritu Santo
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
AL
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto
entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a ustedes».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Reciban
el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».
Palabra del Señor.
O bien:
Jn 14, 15-16.23b-26.
El Espíritu Santo se lo enseñará todo
Lectura del santo Evangelio según san Juan
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me aman, guardarán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que les dé otro Paráclito, que esté siempre con ustedes. El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les
he hablado de esto ahora que estoy a su lado, pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien se lo
enseñe todo y les vaya recordando todo lo que les he dicho».
Palabra del Señor